Se mantienen en sus trece las lesbianas guatemaltecas
La violencia no detendrá esfuerzos por organizarse
Por Kelly Cogswell


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25 SEPTIEMBRE 2003. No son buenas las noticias que llegan estos días desde Guatemala. Efraín Ríos Montt, un general golpista que tomó el poder en 1983 y, acto seguido, ordenó la masacre de unas 17,000 personas, muchas de ellas indígenas mayas, se ha postulado para la presidencia en las elecciones de noviembre.

Su candidatura, aprobada el 15 de julio, fue rechazada días después por la Corte Suprema de Justicia de Guatemala, mientras que miles de manifestantes protestaban en las calles. Ríos Montt apeló el fallo, alegando que la enmienda constitucional de 1985 que prohíbe que se postulen ex dictadores y participantes en golpes de estado no se aplica a su caso, ya que el golpe de estado que lo llevó al poder se produjo dos años antes de que la misma fuese aprobada.

Ríos de sangre
"Estamos a la expectativa de si Ríos Montt es electo o no", dice Claudia Acevedo, coordinadora de la Asociación Civil Colectiva de Lesbianas Liberadas (Lesbiradas), una organización sin fines de lucro que defiende la visibilidad pública y los derechos humanos de las lesbianas en ese país centroamericano. "La mitad de los activistas de derechos humanos de Guatemala van a salir del país, especialmente muchos que estuvieron asilados y volvieron después que terminó oficialmente la guerra civil, en 1996. Esa gente tiene miedo. Hay una cultura del miedo en Guatemala”.

La guerra, que duró 36 años, se caracterizó por las matanzas de civiles. El saldo fue de unos 200,000 muertos y un millón de guatemaltecos exiliados, huyéndole a la violencia (Guatemala tiene hoy 13 millones de habitantes). Muchos de los paramilitares afiliados al régimen dictatorial de Ríos Montt continúan activos, asesinando e intimidando a opositores políticos e imponiendo a la fuerza su fundamentalismo cristiano extremista.

La repatriación de pandilleros guatemaltecos procedentes de Estados Unidos ha agravado el clima de violencia legado por la guerra civil. La policía local calcula que en la actualidad hay más de 200,000 pandilleros en Guatemala, muchos de ellos procedentes de pandillas activas en Los Angeles.

Mano dura
Pese a que tiene las manos manchadas de sangre, es posible que Ríos Montt gane las elecciones porque, en materia de orden público, es el candidato presidencial más convincente y porque ya preside el Congreso Guatemalteco y es el líder del partido de gobierno, el derechista Frente Republicano Guatemalteco (FRG). Además, su hija es vicepresidenta del Congreso, su hijo es militar de alto rango, y su hermano, obispo católico. Desde que se convirtió en partido mayoritario en el Congreso, el FRG ha instalado a sus aliados en puestos judiciales importantes. Como dijo el general a los reporteros: “Yo hago las leyes del Congreso, yo apruebo el presupuesto del Congreso, es decir que ya soy presidente.”

Durante una visita este verano a la sede neoyorquina de Amnistía
International, que patrocinó su viaje a Estados Unidos, Acevedo parecía serena a pesar del poder creciente de Ríos Montt.

“Tenemos mucho miedo, todas, y mucho miedo porque vivimos los últimos años de la represión en Guatemala. Sin embargo, tenemos la convicción de que si no seguimos, la situación no va a cambiar, y no solamente para nosotras, porque también nos unimos a otras luchas, sino que también para cambiar la situación política-social en Guatemala.”

La izquierda en el clóset
No obstante, si Ríos Montt es electo presidente, es probable que Lesbiradas suspenda los esfuerzos por encontrar un congresista que patrocine su anteproyecto de ley contra la discriminación basada en la orientación sexual. La izquierda guatemalteca se negó intransigentemente a incluir la orientación sexual en la ley contra la discriminación por razón de género y origen étnico que logró que el Congreso aprobase el año pasado.

"Los de izquierda nos dicen que “sí” en privado, pero no salen del clóset en público, no quieren comprometerse en público. Ningún congresista nos ha recibido personalmente; hasta ahora sólo hemos hablado con sus asesores”, dice Acevedo.

Nineth Montenegro, de la izquierdista Alianza Nueva Nación, que tiene la reputación de ser una de las dirigentes políticas mas progresistas de Guatemala, le dijo a Lesbiradas que “la discriminación contra los homosexuales no cuenta mucho cuando la gente se está muriendo de hambre...” Montenegro declaró luego en el periódico Prensa Libre que “en este momento hay cosas más importantes que hablar de lesbianas y homosexuales”.

Este tipo de razonamiento poco consuela a las mujeres transgénero asesinadas por los paramilitares, o a activistas gays como Jorge López Sologaistoa, uno de los líderes de OASIS, el grupo de lucha contra el VIH/SIDA, quien fue brevemente secuestrado hace unos meses pero logró escapar. Para López Sologaistoa, recibir amenazas de muerte es cosa de todos los días.

Las lesbianas no son mujeres
Que los problemas que enfrentan las lesbianas son inseparables de los que enfrentan las mujeres en general, es algo que Montenegro parece también incapaz de entender. Montenegro preside la Comisión Guatemalteca de Derechos de la Mujer y es blanco frecuente de los grupos paramilitares. En lo que va de año ya han sido asesinadas más de 100 mujeres en Guatemala, muchas luego de ser violadas. Hace poco, el Congreso guatemalteco, que sólo cuenta con 10 mujeres entre sus 113 miembros, decidió que el hostigamiento sexual no es un delito. Un congresista hasta criticó a las mujeres por confundir "galantería" con hostigamiento.

El uso de la violencia como mecanismo de control social para mantener a las mujeres sumisas e invisibles constituye un problema grave para las lesbianas. Las mantiene fuera de los espacios públicos, les impone el clóset y las hace presa fácil de las familias homofóbicas. “Hasta la discriminación en contra nuestra es invisible”, dice Acevedo. “No pasa en las calles como le ocurre a los hombres gays y a las personas trangénero porque nosotras, por ser mujeres, no estamos en las calles. A causa de todo esto, tenemos pocas pruebas concretas de las violaciones en contra de nuestros derechos humanos”.

En Guatemala, “cuando las familias se enteran de que la hija es lesbiana, la encierran en la casa, la violan o la casan”, dice Acevedo. Como ejemplo, cuenta el caso de Carla, encarcelada en su casa por sus padres cuando se enteraron de que tenía novia.

“La encerraron en su cuarto. Solo abrían la puerta para pasarle comida. Sólo la dejaban salir para ir al baño, siempre escoltada por un hermano que era su custodio en todo momento, encargado de vigilarla día y noche. La chica logró escaparse poco después de cumplir la mayoría (18 años) y se refugió con nosotras. La familia la descubrió y se apareció con la policía en Lesbiradas. Las autoridades se pusieron de parte de la familia. Trataron de demandarnos por "secuestro", pese a que la chica era ya mayor de edad. Lesbiradas le consiguió abogado a Carla y, junto con ella, le pusimos un pleito judicial a la familia. Fue un proceso largo.

“A cada paso, las autoridades presionaban a la chica para que retirara la demanda; cada vez que esto pasaba, Lesbiradas denunciaba las presiones y contraatacaba. Al final, en el "cara a cara en el juzgado", la familia convenció a Carla a volver a la casa. Ella aceptó y ellos enseguida la sacaron de Guatemala. No sabemos dónde está ahora. Pero estamos satisfechas de que nos mantuvimos firmes en nuestra posición. Ser lesbiana no es contra la ley en Guatemala, aunque nuestros derechos no están garantizados”.

Rompiendo vínculos
La dificultad de armonizar las prioridades de las lesbianas y las de los hombres gays llevó a la ruptura, en 2001, entre Lesbiradas y OASIS, una organización integrada mayormente por hombres que se concentra en la lucha contra el SIDA. OASIS había ayudado a Lesbiradas en las etapas iniciales de ésta. “Buscábamos autonomía para poder hacer las acciones conque soñábamos”, explica Acevedo.

Desde la separación, Lesbiradas ha hecho acto de presencia en marchas por el Día Internacional de la Mujer y en contra de la violencia. La organización también logró que 80 lesbianas asistieran en 2002 a la Marcha del Orgullo Gay en Ciudad de Guatemala. Además, el grupo ha organizado dos acciones directas. “Fuimos todas juntas para besarnos al parque central de Ciudad de Guatemala. Y obviamente después vamos corriendo porque es peligroso ser lesbiana en Guatemala".

En junio del 2002, Lesbiradas inició una campaña en Ciudad de Guatemala usando carteles y calcomanías que decían “¡Basta! No más invisibilización. Las lesbianas estamos en todas partes" y "¡Basta! No más exclusión. Lesbianas por una educación libre de prejuicios”. Los pusieron en universidades, paradas de autobús y bares. También colocaron banderas en las cuatro entradas de la ciudad. Éstas "duraron un par de días antes de ser arrancadas”, dice Acevedo. La campaña logró captar la atención del diario El Periódico y de la estación de televisión nacional, TeleDiario.

En agosto del año pasado, después de lograr la personería jurídica como organización sin fines de lucro, Lesbiradas consiguió por fin local propio. “Es grande, de dos pisos y con varios cuartos”, dice Acevedo. Para celebrarlo, hicieron una gran fiesta inaugural.

Soluciones visibles
Aparte de sus ya tradicionales talleres de empoderamiento y una popular fiesta mensual a la que asisten alrededor de 100 lesbianas, Lesbiradas ofrece ahora asesoramiento individual a las lesbianas. “Conversamos con la que tenga un problema y la ayudamos a resolverlo, o la referimos a quienes puedan ayudarla", dice Acevedo. Lesbiradas también ha comenzado un importante proyecto para documentar las violaciones de los derechos humanos de las lesbianas en el país.

“Esto es muy difícil, porque todo se esconde, se hace en secreto. Las propias víctimas no hablan por vergüenza”, dice Acevedo. Lesbiradas se sustenta con unos modestos fondos que le da Hivos, el organismo holandés de coooperación internacional para el desarrollo, pero espera y necesita encontrar otras fuentes de financiación.

Lesbiradas está “alarmada por el aumento de la violencia en Guatemala y por la candidatura de Ríos Montt”, dice Claudia Acevedo. Pero las activistas están determinadas a continuar, aún si el general le da el golpe de gracia a una opción legislativa ya debilitada por el miedo de los izquierdistas. “Hay otro camino que estamos tomando al mismo tiempo: tratar de cambiar la cultura, por lo menos para crear visibilidad para las lesbianas, para tener una presencia pública y cívica”, concluye Claudia Acevedo.

Traducción de Carlos Ulises Decena



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