31 julio 2003. El mayor trabajo era sobre la derogación de un edicto policial, de una ley que estaba en contra de nosotras. Como había posibilidades concretas de que esa ley se derogara, dijimos ¿y después, qué vamos a hacer después de eso?
Entonces allí empezamos a debatir en el grupo. Un grupo de compañeras sostenía que deberíamos trabajar sobre SIDA, nada más que de SIDA y hablar de SIDA. Otro grupo de compañeras decía que teníamos que defender la prostitución, defendamos la prostitución y nada más que la prostitución. Y otro grupo, decíamos que no, que lo que nos parecía que era el tema más importante que deberíamos tratar era el tema de la identidad. Que nosotras no íbamos a llegar a ningún lado si no aceptábamos nosotras mismas que el travestismo era nuestra identidad. Porque si no, ya empezamos que éramos varones, que éramos mujeres, que qué éramos.
La reflexión a que llegamos era que una persona que nace con una genitalidad se puede construir o autoconstruir en otra identidad. En este caso la femenina o en muchas compañeras que nacen mujeres, como varones, se puede construir en lo masculino.
Porque si no, entonces, empezaba qué es lo que éramos nosotras: ¿somos gays, somos lesbianas, somos hombres, somos mujeres? Y empezamos a decir que no, que no somos ni una cosa ni la otra. Yo no quiero ser varón, no soy varón porque haya nacido con un pene, y tampoco soy mujer porque me autoconstruya o me construya en lo femenino. Lo que soy en realidad es una travesti. Y empezamos a ocupar un propio espacio, un lugar propio.
Y otra cosa también, para remarcar acá, bien interesante, es que empezamos también a debatir y a diferenciarnos de gays y lesbianas, porque gays y lesbianas hablan de orientación sexual, y lo nuestro es identidad de género. Mi orientación sexual puede ser cualquiera. Pero lo que estamos planteando es la identidad de género, como un deseo que va mas allá de lo físico.