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Fueron asesinados no por religión, sino por política. Por poder.

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El veredicto contra un grupo de hombres gays en El Cairo.


El príncipe heredero saudita, Abdalá Bin Abdelaziz, centro, y el ministro del exterior, príncipe Saud al Faisal, izquierda, Mascate, Omán, 31 dic. 2001. Kamran Jebreili

Arabia Saudita ejecuta a gays

por Kelly Cogswell

7 ENERO 2002. Tres hombres gays fueron decapitados el día de Año Nuevo en Arabia Saudita, el principal aliado petrolero de los Estados Unidos en el Oriente Medio. Un poco de sangre, un poco de circo, uno o dos capirotazos de la capa roja y la turba islamista, cual toro enfurecido, sigue entretenida con la matanza de gays, olvidando arremeter contra la familia real.

Como aquellos cristianos que los romanos, en su ocaso, lanzaran a los leones, Alí Ben Hatan Ben Saad, Mohamed Ben Suleiman Ben Mohamed y Mohamed Ben Jalil Ben Abdalá fueron asesinados no por religión, sino por política. Por poder. Por querer la dinastía saudita seguir aferrándose a un poder absoluto que ya se le empieza a escapar de las manos.

Encima de la galopante crisis financiera y del creciente malestar público ante el corrupto desgobierno de la familia real, el apoyo de dientes para afuera de ésta a la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo ha desatado ahora un vendaval de críticas por parte de los clérigos musulmanes.

Muchos de estos clérigos, como el influyente jeque Hamud Bin Ucla al-Chuaibi, ex director de la facultad de teología de la Universidad Imán Mohamed Bin Saud, ya venían despotricando contra la presencia de tropas estadounidenses en la Península Arábiga desde la Guerra del Golfo, hace un decenio. A partir del 11 de septiembre pasado, han multiplicado los edictos declarando que “todo el que apoye y sostenga a los infieles contra los musulmanes deberá considerarse infiel.” El apoyo de los Estados Unidos a Israel atiza las llamas.

La dinastía saudita tendrá el trono, pero son los clérigos quienes controlan las cortes y detentan la autoridad religiosa. Desde el siglo dieciocho, cada cual ha reforzado la legitimidad del otro. El fabuloso flujo de ganancias petroleras que engrasa los salarios judiciales, las mezquitas, las escuelas y las cortes, ha fomentado el apoyo de los clérigos a la familia real.

Hay indicios de que este apoyo está empezando a enfriarse, al mermar los fondos (debido a la caída de la producción y del precio del petróleo, el déficit presupuestario del Reino se calcula en $12 mil millones este año). Incapaz de seguir comprando apoyo político en la fastuosa escala acostumbrada, la monarquía saudita podría verse obligada a hacer lo que más teme (pues podría costarle su cabeza real): recurrir al represivo garrote contra sus entibiados aliados religiosos. La única alternativa, razonan los herederos del Rey Saud, es probar su legitimidad y ortodoxia de otras formas. Una de ellas es, quizás, tolerando, e incluso incitando, el asesinato de hombres gays.

Después de todo, históricamente, al homosexual como chivo expiatorio se le ha utilizado como distracción social con gran éxito en muchísimos lugares, entre ellos la España de Franco, la Cuba de Castro y, más recientemente, Egipto, Zimbabwe, y los Estados Unidos de la extrema derecha cristiana. ¿Qué más da la pobreza o la inestabilidad política, cuando uno se puede dar el gusto de meter en la cárcel a un hombre gay, tirar una bomba incendiaria en un bar gay o darle electrochoques a una lesbiana?

En países islámicos como Arabia Saudita, donde el control social es un deporte sanguinario, los riesgos que corren los chivos expiatorios son aún más graves. Según Amnistía Internacional, el año pasado los tribunales islámicos de aquel país ordenaron no menos de 34 amputaciones. Una enorme gama de contravenciones se castigaron con condenas a miles de latigazos. Y, que se sepa, se ejecutó a 123 personas.

Los gays no son las únicas víctimas. Setenta y una de las 123 personas ejecutadas el año pasado en Arabia Saudita fueron trabajadores extranjeros provenientes de la India, Pakistán, Nigeria, Filipinas, Yemen, Sudán, Eritrea, Etiopía, Iraq, Egipto, Bangladesh, Siria, Afganistán, Indonesia y Tailandia. O sea, los extranjeros constituyeron un 58% de los ejecutados, aunque sólo constituyen un 25% de la población de Arabia Saudita. Además, muchos fueron condenados a muerte no por matar a nadie, sino por robo, homosexualidad, apostasía y hasta hechicería.

En vísperas del Año Nuevo, poco antes de que Alí Ben Hatan Ben Saad, Mohamed Ben Suleiman Ben Mohamed y Mohamed Ben Jalil Ben Abdalá fueran decapitados, Arabia Saudita e Irán emitieron una declaración conjunta en la que condenaban a los medios de comunicación occidentales por su “campaña contra el Islam” y se comprometían a dar a conocer que su religión es sinónimo de paz y justicia.

Enlaces:

Para Arabia Saudí decapita a tres hombres por 'sodomía, casarse entre ellos y hacer proposiciones a otros'. El País (España)

Para el informe de Amnistía Internacional Ejecución de nigerianos y nigerianas en Arabia Saudita.

Para otros informes de Amnistía Internacional sobre derechos humanos en Arabia Saudita.

Para la IGLHRC (International Gay and Lesbian Human Rights Commission).

Para la Embajada de Arabia Saudita en Washington, D.C., ve a www.saudiembassy.net , llama al 202-337-4076 o al 202-337-4134, o manda un fax al 202-944-5983 o un mensaje electrÛnico a Info@saudiembassy.net.

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